El País De Los Inventos
Había
una vez un niño llamado Juan que cuando estaba pequeño oyó hablar del país de los
Inventos, pero las maravillas que oyó le sonaron tan increíbles que quedaron marcadas para siempre en su memoria. Así que desde que era un niño, no dejó
de buscar e investigar cualquier pista que pudiera llevarle a aquel fantástico
lugar.
Leyó cientos de libros de aventuras, de
historia, de física y química e incluso música, y tomando un poco de aquí y de
allá llegó a tener una idea bastante clara de la Isla de los Inventos: era un
lugar secreto en que se reunían los grandes sabios del mundo para aprender e
inventar juntos, y su acceso estaba totalmente restringido.
Para
poder pertenecer a aquel selecto club, era
necesario haber realizado algún gran invento para la humanidad, y sólo
entonces se podía recibir una invitación única y especial con instrucciones
para llegar al país.
Luca pasó sus años de
juventud estudiando e inventando por igual.
Cada nueva idea la convertía en un invento, y si algo no lo comprendía, buscaba
quien le ayudara a comprenderlo. Pronto conoció otros jóvenes, brillantes inventores
también, a los que contó los secretos y maravillas de la Isla de los Inventos.
También
ellos soñaban con recibir "la carta", o la invitación. Con el paso
del tiempo, la decepción por no recibirla dio paso a una colaboración y ayuda
todavía mayor, y sus interesantes inventos individuales pasaron a convertirse
en increíbles máquinas y aparatos pensados entre todos como autos voladores,
máquinas del tiempo, etc.
Al
día siguiente se reunieron en casa de Juan, que acabó por convertirse en un
gran almacén de aparatos y máquinas, sus inventos empezaron a ser conocidas por
todo el mundo, y mejorando la vida de las personas; pero ni siquiera así
recibieron la invitación para unirse al club.
No se desanimaron. Siguieron aprendiendo e inventando cada día, y para
conseguir mejores ideas, iban con los jóvenes de más talento esto hacia que
hubieran más jóvenes que se quisieran unir al club.
Un día, mucho tiempo después, Juan, ya
anciano, hablaba con un joven inteligente a quien había escrito para tratar de
que se uniera a ellos. Le contó el gran secreto del país de los Inventos, y de
cómo estaba seguro de que algún día recibirían la carta. Pero entonces el joven
inventor le interrumpió sorprendido:
-
¿cómo? ¿Pero no es éste el verdadero país de los Inventos? ¿No es su carta una invitación?
Juan
miró a su alrededor para darse cuenta de que su sueño se había hecho realidad en su
propia casa, y de que no existía mejor País de los Inventos que la que él mismo había
creado con sus amigos. Y se sintió feliz al darse cuenta de que siempre había
estado en el País, y de que su vida de inventos y estudio había sido feliz.
Fin
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